domingo, 17 de marzo de 2019

REVISTA TRIUNFO (III) LA EMIGRACIÓN ANDALUZA EN CATALUÑA Y MANUEL GERENA


LA REVISTA TRIUNFO (III): LA EMIGRACIÓN ANDALUZA EN CATALUÑA

     
   El relato de la emigración interna española y, en particular, de los andaluces hacia Cataluña merece ser contado para que en la memoria colectiva no se olviden las vivencias sufridas por miles de personas quienes, con su esfuerzo y su trabajo diario en la tierra de acogida, contribuyeron al desarrollo industrial y social catalán. Estas experiencias de vida forman parte de la narración colectiva de Cataluña y no debería hacerla suya sólo una parte de la sociedad catalana, los directamente implicados y sus descendientes, sino el conjunto de catalanes, independientemente de su origen. 








LA EMIGRACIÓN ANDALUZA

     En los años 60 y 70 el fenómeno migratorio entre comunidades españolas alcanzó su máximo apogeo. Las migraciones de Andalucía hacia Cataluña son una de las más numerosas y se cifra en cerca de un millón el número de personas que realizaron dicho trayecto, aproximadamente la mitad de los emigrantes andaluces que salieron de su tierra, por lo que se ha denominado coloquialmente a Cataluña como la novena provincia andaluza.  Las relaciones entre la población autóctona y la emigrada trajo consigo un aumento de la hibridación de la población catalana, ya mezclada de por sí, como apunta el profesor Martí Martín Corbera, y cuyo resultado es la composición actual de la sociedad de Cataluña

     La historia de las emigraciones andaluzas da inicio a mediados del siglo XIX con las primeras corrientes hacia Argentina y Brasil (ver la revista Andalucía en la Historia, nº 46, octubre 2014 en la web del Centro de Estudios Andaluces aquí). También hacia Argelia, almerienses preferentemente, y hacia Alemania, Suiza y Francia entre los destinos europeos. Pese a ello, según Martí Martín, la emigración no es una tradición andaluza, a los españoles inmigrantes se les conoce con el término de "gallegos", pero dicho proceso se acentuó a partir de la Guerra Civil y de la postguerra, como resultado de los cambios sociales y políticos que se produjeron.

     El proceso de emigración da inicio en el mismo viaje, con los famosos trenes talgos"El Sevillano"  que salía desde Barcelona a Sevilla, y "El Catalán" que hacía el camino inverso. En el Museo de la Inmigración de Cataluña se puede visitar uno de aquellos vagones (ver aquí).


El Sevillano, web museo
(ver vídeo sobre el tren El Sevillano en youtube aquí



      A partir de la llegada a la tierra de acogida, el relato de la emigración habla de los asentamientos, las viviendasla integraciónla recepción por parte de la población de acogida y de las etiquetas con las que denominaron al colectivo, entre otros aspectos. 

    Los asentamientos y las infraviviendas de esta nueva población fueron uno de los principales motivos de preocupación y desolación para el emigrante, pues fueron ubicados en barrios sin infraestructuras adecuadas que dieron lugar al surgimiento del barraquismo y a los alojamientos marginales

         "Sin duda, las precarias condiciones vividas en estos nuevos núcleos deben inscribirse en una situación de penuria generalizada que afectó a la mayoría de la población durante la década de los cuarenta y la de los cincuenta, agravada por unas condiciones laborales extraordinariamente duras." (Cit. AH28, Anna Sánchez aquí). 


  
(AH28, p, 19, según artículo publicado en Solidaridad Nacional
el 7 septiembre 1949. Los "trogloditas" eran aquellos inmigrantes que vivían en cuevas.) 




     Por su parte, la integración de las personas emigradas no sólo dependía de la disposición de dicha población, sino también de la actitud que demuestró hacia ellos la población de acogida. En el caso de Cataluña en las décadas de los 60 y 70 , hubo una negación por parte de un sector de población autóctona, aquellos que formaban parte del "catalanismo franquista"


       "Los Sisó, Ricart, Pagès, Sariol, Sayeras,... fueron las principales familias autóctonas que, por una vía u otra, obtuvieron importantes ingresos con esta radical y explosiva transformación. Hasta las elecciones municipales de 1979, detentaron también el poder municipal, desde donde desplegaron —con el declarado apoyo adoctrinador del cura local— una singular política rayana en la exclusión y la xenofobia. Este grupo de familias practicaban —abiertamente y sin complejos— una suerte de catalanismo franquista. En espacios municipales como La Llagosta es donde se perciben de manera más nítida los apoyos y complicidades que el régimen franquista tuvo, con la inestimable implicación de la burguesía catalana, en este caso pequeña y agraria." (Manuel Peña Díaz ver en AH28, pp. 28-31 aquí).


    Las consecuencias de esta discriminación se evidenciaba en la separación de la población entre autóctonos y emigrados en la celebración de actos públicos y religiosos:


        "Estos bailes, debidamente amenizados por cobles a costa del municipio, se realizaban cada domingo después de la misa de doce que, religiosamente, se celebraba en catalán. La eucaristía en castellano era a las 8 ó 9 de la mañana. Esta peculiar manera de separar a la población era público y notorio en comuniones o bautizos. Por ejemplo, las comuniones las recibían los hijos de castellanos a horas intempestivas, mientras los niños de catalanes la tomaban en la misa de doce. Este régimen de separación fue promovido desde el ayuntamiento franquista y defendido en sus homilías por el cura párroco, conocido como Mosén Pere. Otra manera de mostrar la jerarquía social y étnica era la Fiesta Mayor, que se celebraba en verano. Los actos principales y las actuaciones se realizaban en un marco tradicional de muchas poblaciones catalanas: el entoldado (Envelat). De acceso restringido —previo pago—, contaba con balcones de alquiler donde se ubicaban las principales familias catalanas. La convivencia fue durante la década de los sesenta muy frágil. Este catalanismo franquista otorgó a los inmigrantes andaluces recién llegados una ciudadanía de segunda categoría." (Manuel Peña Díaz, op. it.)


    Lo que dio lugar a nuevas redes de solidaridad en las barrios y asentamientos entre los propios grupos de emigrantes:


         "Por su parte, los empresarios les acogieron satisfechos de poder pagarles poco y no tener que atender a cotizaciones sociales serias, ni al peligro de que se sindicaran, como hubieran hecho antes de la guerra. [...] Sus vecinos catalanes eran, simplemente, inexistentes: vivían en los barrios populares de las ciudades, no en el suburbio; si algún habitante del suburbio era catalán —y no eran pocos al principio los llegados de Lleida o de las áreas rurales de la propia Barcelona— no lo parecía en absoluto. El catalán tenía una casa y vivía en la ciudad y no allí donde la ciudad cambiaba de nombre, según el título de la novela de Paco Candel. ¿Cómo iba a integrarse nadie? Como también veremos, fueron los propios inmigrantes —codo con codo, andaluces, murcianos, castellanos, etc.— quienes se integraron entre sí transformando el suburbio en barrio y escalando posiciones a pulmón en la escala socio-profesional de la industria local. Al principio, la conexión con catalanes que no fueran autoridades, empresarios o sus representantes —capataces, contramaestres, etc.— sólo pudieron producirse con fluidez en el trabajo. Fue allí donde se produjo la primera y verdadera integración y su resultado de mayor peso fueron los renovados sindicatos, tanto legales —Hermandades Obreras de Acción Católica— como clandestinos —el movimiento de las Comisiones Obreras—, en un escenario en que los trabajadores inmigrantes fueron superando en número a los autóctonos en muchas ramas de la producción —claramente en la construcción y el metal, no así en el textil—." (Martí Marín, AH28, p. 16, aquí). 




(AH28, p.25) 


     Esta falta de voluntad de integración y discriminación por parte de la sociedad receptora se evidencia en el uso de los términos despectivos con los que se va a denominar al colectivo de los emigrantes.  Hasta los años cincuenta se denominó en Cataluña con el término de "murcianos" a todos los emigrantes que provenían de Murcia, Almería, Valencia y Aragón, adoptando el gentilicio del grupo mayoritario aunque no fuese el único. 

   Con los emigrantes llegados en las décadas siguientes, los apelativos ya serán claramente despectivos, como "charnegos"o "castellanufos", términos que están detrás de la construcción de los prejuicios sobre los emigrantes andaluces y la consideración de éstos como amorales, peligrosos e ignorantes


        "En realidad, el elenco semántico con el que se denominaban a los inmigrantes en Cataluña era también muy amplio, entonces. Paco Candel distinguió entre los insultantes (andalusus, charnegos, castellanufos), el racial (no catalanes), el científico (castellano-parlantes), el de arriba-abajo (esas gentes) o el burocrático (inmigrantes). Al reeditar en 1976 su libro Els altres catalans (1964) se atribuyó —dejando a un lado vanidades— haber conseguido dar un nombre digno a una gran cantidad de habitantes de Cataluña que hasta ese momento sufrían discriminación racial, social y titular, y añadió: “La definición ‘altres catalans’ fue la panacea, por decirlo así, lo que sirvió de moderador en el conflicto”." 




LA REVISTA TRIUNFO 

     


     En las ediciones de los años sesenta y setenta, la revista Triunfo recogió en sus páginas la llegada de emigrantes a tierras catalanas, fenómeno social al que dedicó varios artículos con la firma de los escritores y periodistas Luis Carandel, Manuel Vázquez Montalbán o Antonio Burgos.

       De los múltiples factores que hemos visto que han contribuido a configurar el correlato sobre la emigración andaluza en Cataluña, la revista Triunfo se centró en aquellos problemas relacionados con el trabajo y algunos artículos sobre la integración y la convivencia, y también sobre los apelativos con los que se denominaba a los "nuevos catalanes", contribuyendo a esta diversidad lingüística con el término de "los otros andaluces" para referirse al emigrante andaluz en tierras catalanas.





Triunfo, nº 265, p. 18, Año 1967


      Entre los artículos publicados, los análisis se centran en la cuestión de la integración, no sólo cultural sino especialmente de clase social y de ámbito económico, y sobre los barrios del extraradio barcelonés, algunos de ellos de pésimas condiciones, como el Campo de la Bota.


          "Seguramente, Cataluña verá acrecer esa invasión silenciosa de que hablábamos. En general, se está de acuerdo en que la integración de los 'otros catalanes' está condicionando el futuro de Cataluña. Pero, ¿de qué manera? ¿Cómo influye el fenómeno en la superestructura cultural del país?. Es díficil saberlo a tan corto plazo. 'Els altres catalans' no son sólo 'altres' porque han de seguir un proceso integrador -nueva lengua, nuevas costumbres, etc.-, sino porque en su gran mayoría pertenecen a las clases más bajas, como hemos dicho. Una vez en la ciudad, viven donde los arrincona su condición social." (Triunfo, Nº 265, pp.22-23, Año 1967)








     El escritor barcelonés Manuel Vázquez Montalbán, quien rubricó varios artículos sobre la cultura musical catalana y el flamenco, escribió uno sobre El Campo de la Bota, del que en un tono muy humano pide a las instituciones que se hagan cargo de la mejora de sus condiciones higiénicas. 



Triunfo, nº 484, p. 16, año 1972






        El siguiente aspecto que recogió la revista Triunfo en sus artículos sobre la población emigrada es el cómo se inició el uso de los calificativos despectivos para referirse a dicha población, escritos por Luis Carandel, quien relata con un tono de humor ácido dicho uso.
     

     

Revista Triunfo, 1968, nº31, p. 5o



     
    "Mi tía Montserrat fue la que por primera vez me dio a conocer el significado de la palabra 'charnego'. Yo no la había oído nunca. Mi abuela, ya lo he dicho, solía llamar 'castellans' a todos los españoles que vivían en Cataluña sin ser catalanes. En el campo de Tarragona, de donde ella procedía, no parecía conocerse el concepto de 'charnego', que después se ha generalizado. En los años cuarenta se les aplicaba también el calificativo de 'mursianus', posiblemente porque la primera inmigración en gran escala, que tuvo lugar en los años de la Exposición Universal, a fines del siglo pasado, procedía especialmente de Murcia. Un 'mursianu' era entonces, muy a menudo, un obrerillo nacido en Cataluña de padres gallegos, un fontanero de Zaragoza establecido en Barcelona, un extremeño que trabajaba como bracero en el campo o, incluso, un peón de albañil cartagenero. En una ocasión, mientras estábamos merendando mi madre y yo en casa de la tía Montserrat, empezó a hablar ella de una criada suya que se había prometido con un muchacho carpintero, leonés él, aunque llevaba ya muchos años en Barcelona. La chica había nacido en un pueblo del Ampurdán, de familia catalana por los cuatro costados. Era una chica muy alegre y un poco bruta que se llamaba Nuri. La tía Montserrat tenía un verdadero disgusto y decía muy compungida: 'I es vol casar amb un xarnego. Tan bona noia qu'es!' ['Y se quiere casar con un charnego. Tan buena chica que es!].







        "Esto era por el año cuarenta y ocho, cuando estaba en su apogeo la inmigración. 'Charnego' significaba, por tanto, un español no catalán que vivía en Cataluña. Pero esto no bastaba. A nadie se le hubiera ocurrido llamar 'charnego' a un inspector de Hacienda, a un financiero madrileño o a un terrateniente del Sur establecido en tierras catalanas. Para ser acreedor al título de 'charnego' hacía falta, además, oler a moneda de cobre -como decía Jemingüey- y convidar a fumar a los compañeros de viaje sacando los cigarrillos del paquete para ofrecerlos con la mano. Hacía falta tener un mechero de gasolina con cáscara de estaño y con una llama como de velón de Viernes Santo y hablar un castellano entreverado de catalán o un catalán entreverado de castellano, sustituyendo las eles seguidas de consonante por erres y las eses seguidas de consonante por jotas."






















REVISTA TRIUNFO: MANUEL GERENA EN CATALUÑA





     Manuel Gerena fue el cantaor de la Transición, reivindicativo y contestatario a través de sus letras, expresó el milenarismo de la lucha del trabajor andaluz, por lo que fueron numerosos los conciertos que le fueron anulados por toda la geografía española. Y en Cataluña no fue una excepción. La Revista Triunfo acogió el mayor número de crónicas sobre su carrera artística, junto a la de otros cantaores reivindicativos del mismo período, José Menese, junto al escritor José María Moreno Galván, y Enrique Morente, principalmente. 

     La relación de Manuel Gerena con Cataluña en los años setenta fue principalmente a través de las comunidades de emigrantes andaluces, como relata Manuel Vázquez Montalbán en esta crónica:

                   "En Cataluña tenía un público adicto de 'andaluces' en particular, de obreros y estudiantes en general, que captaban la voluntad del cantante de convertir el cante hondo en un vehículo de comunicación a partir de problemas actuales."




Revista Triunfo, nº 600, pág. 43, Año 1974





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