domingo, 16 de septiembre de 2018

LA GUITARRERÍA EN CATALUÑA (I). RAÚL E ISMAEL YAGÜE (1)

 LA GUITARRERÍA EN CATALUÑA (I). RAÚL E ISMAEL YAGÜE (1).






Raúl Yagüe con Manuel Granados, año 1998
(Archivo personal)





       La guitarrería en Cataluña en el período de las décadas años veinte hasta los cuarenta del siglo XX tuvo su foco central en Barcelona, ya que la Ciudad Condal fue un importante centro musical de la época. El escritor José Luis Romanillos, en su libro sobre la obra del constructor Antonio de Torres (2004), relata cómo llegaron a Barcelona muchas guitarras Torres para que fueran restauradas y los luthier catalanes, aprovechando que tenían las guitarras originales, hicieron copias e imitaciones de las mismas. Estos nuevos instrumentos seguían el modelo de Torres y "mantenían el formato y el estilo general de Torres, incluyendo tornavoces, maderas e incluso la ornamentación característica." (p. 223)

     La gran demanda en la época de guitarras construidas por el guitarrero almeriense hizo que el mercado de la restauración y de las copias fuese en alza y que, junto a Barcelona,  otras ciudades españolas también se convirtieran en centros principales de restauración de las guitarras Torres, como Almería.

Así, se produjeron numerosas copias y reproducciones de guitarras de la primera época de Torres, algunas elaboradas por maestros artesanos y otras con guitarras baratas hechas en serie. Según Romanillos:

                   "Las copias y falsificaciones que se hicieron en Barcelona fueron hechas por guitarreros muy diestros que utilizaron las mismas dimensiones de las guitarras originales y los tipos de madera adecuados, dando como resultado instrumentos de buena sonoridad, muy apreciados por sus dueños, quienes en muchos casos desconocían la verdadera identidad de esas guitarras. Otras guitarras fueron construidas por guitarreros de primera línea con sus propias etiquetas. Debido a su similitud con instrumentos de Torres, posteriormente han sido transformadas, mediante un mero cambio en la etiqueta, en 'auténticas' guitarras de Torres. Este fue el caso de algunos instrumentos de Enrique García y de Francisco Simplicio, y de otras guitarras que no tenían nada que ver con el trabajo de Torres."(pp. 220-221)


      Entre los constructores en Barcelona de la época estaban los maestros artesanos Enrique GarcíaFrancisco Simplicio y E. Coll. Sobre Coll, Romanillos escribe que: "Se le considera como el iniciador de Fleta en el arte de la construcción de guitarras cuando ambos abrieron un negocio de guitarras en Barcelona y durante unos meses fueron socios en esta su primera aventura". (p. 225). Junto a los más reconocidos, habían otros artesanos que lo fueron menos, como Juan Fenoy, discípulo de Miguel Simplicio (hijo de Francisco Simplicio).


    Por su parte, unas décadas después, los Hermanos Yagüe, Raúl e Ismael, fueron dos maestros ebanistas quienes, a mediados de su vida profesional, se interesaron por la construcción de guitarras y otros instrumentos. Para el aprendizaje del difícil oficio de guitarreros se fijaron en la escuela catalana, los García, Simplicio, Coll y Fleta, maestros de quienes los Hermanos Yagüe aprendieron ya que, por el carácter abierto y afable de Raúl Yagüe, seguramente que estos contactos se produjeron de manera frecuente. Gracias a su propia experiencia y buen hacer, los Hermanos Yagüe llegaron a tener su propio estilo y restauraron tres de las famosas guitarras Torres:


FE 19. Cabeza de "La Suprema" de Antonio de Torres
Restaurada por Raú e Ismael Yagüe
(en Romanillos, Antonio de Torres, 2004, 269-270)



SE 70. Etiqueta
Restaurada por Raú e Ismael Yagüe
(en Romanillos, Antonio de Torres, 2004, 295)




SE 113.  de Antonio de Torres
Restaurada por Raú e Ismael Yagüe
(en Romanillos, Antonio de Torres, 2004, 306-307)





    A mediados de los años 90, Manuel Granados y yo tuvimos la suerte de conocer a Raúl e Ismael Yagüe en su taller de la calle Amposta nº 27. De los largos ratos que pasábamos allí juntos, hablando y escuchando tocar la guitarra, surgió nuestra curiosidad por poner orden en los retazos de vida que nos relataba Raúl, mientras su hermano Ismael apuntalaba sus palabras en silencio, con una sonrisa en la boca. Disfrutamos de muy buenos momentos juntos, encantados con el saber y la humanidad de los dos hermanos, momentos que compartíamos con las familias respectivas y también con algunos alumnos, quienes venían a conocerlos al taller tras descubrir la pasión que Raúl e Ismael tenían por la guitarra en las charlas que éstos dieron en el Conservatorio del Liceo





      

     Y esa curiosidad se materializó en una entrevista en la que estuvimos largas horas de una tarde en el café enfrente de su taller y en la que la memoria de Raúl se iba de una cosa a otra, ágil de mente, fresco, sincero, auténtico, como era él. Reproduzco muchos años después aquella entrevista del 30 de julio de 1998 -transcrita literal e íntegra pues denota la personalidad que éste tenía- para, desde la memoria, volver a aquellos momentos, tan entrañables, que compartimos con ellos, con Raúl e IsmaelIsmael y Raúl, dos grandes maestros, dos grandes personas. 



Raúl Yagüe con Manuel Granados 
(archivo personal)




Raúl Yagüe. Ebanista y constructor de guitarras. 66 años. Casado y con tres hijos.

¿Cómo te iniciaste en la ebanisteria?
Yo era mal estudiante, con diez o doce años, menos de geometría, que eso me gustaba mucho, lo demás casi nulo. En la edad para trabajar, aún no había cumplido catorce años, se lo dije a mi padre, que quería ser tallista, y mi padre me hizo unas observaciones de padre, de maestro, la verdad que los tallistas en muchas épocas se morían de hambre, igual que le pasaba a los torneros en madera, había épocas que había muchos muebles con mucho torneado pero otras no, lo mismo le pasaba al tallista, en cambio el ebanista sí trabajaba siempre fuera el mueble del estilo que fuera. Así pues me colocó en el taller de unos amigos. 

- ¿Tu padre era ebanista también?
Sí, mi padre era ebanista, en su taller tenía un alumno de fuera y cuando mi hermano Ismael cumplió 14 años lo cogió para casa, colocó a Joaquín en una casa muy importante de muebles, donde llegó a ser un gran ebanista y sigue siendo íntimo amigo nuestro, es un poquito más mayor que nosotros.
Como te iba diciendo, yo fui a parar a este taller, mi padre le dijo al amigo que hizo de intermediario para la colocación: -'Mira, al chico no quiero que le paguen nada, quiero que trabaje y que aprenda mucho!'. Además, yo era muy movido y pensó que mejor que esté fuera de nosotros, de mi padre y mi hermano. Pero el amigo dijo que no, que tenía que cobrar, pues era un estímulo muy grande. Allí entre a ganar 22 pesetas a la semana, y 2 de propina por ir el sábado y el domingo a barrer.
Había dos aprendices, uno llevaba un año y medio y otro dos años, que estaban antes que yo, para ir al banco, y unos 10 o 12 operarios.

Entonces se separaron los dos socios y yo me fui con el viejo que se llevó a un artista sillero de socio, yo le dije que me quería ir con él, pero me dijo que no, que mi padre me había recomendado al otro socio, -'Si tú quieres venir, allá tú', me dijo.  Y yo con una ilusión de ir al banco, aunque hacía de aprendiz y tiraba carretón de mano a la entrega de los muebles y traer madera porque íbamos entonces como las bestias, con un carretón que había de caja o plano. 
Pues me pasé con ellos, y el dueño que me habían recomendado a él cuando le dije que me iba a ir, me dijo que ya me podía ir ahora mismo, que ya podía devolver la chaqueta, pero yo le dije que no, que mi padre se enfadaría mucho, pues mi padre quiere que dé 15 días como dan las personas. 

- ¿Dónde estaba el taller en el que estuvistes de aprendiz?
Aquí en Barcelona, en el carrer del Gall, que es la calle de Moianés, al lado de la alcaldía de Hostafrancs. 
El mayor de los dos aprendices, Pedro, me enseñó a afilar, porque yo sabía afilar con el sistema tradicional que tenía mi padre y otros ebanistas, así a pedal, como los afiladores que van por las calles, los gallegos de Orense por toda España, pero no tan grande. Afilábamos a pie, pero manual no sabía, hacer ir la mano izquierda y el cerebro y la mano derecha. Y con aquel chico en un día aprendí, este chico dejó el oficio a los 17 años para pasarse a la mecánica. Hubiera sido un gran ebanista y como mecánico lo fue, porque se hizo un gran maestro encargado de una factoría muy importante y triunfó en la vida mucho. Ya está jubilado también. El otro aprendiz, Antonio, ese tuvo mala suerte en la vida, se hizo ebanista también pero murió muy joven, a los 40 años. 

Ya con estos señores empecé de aprendiz, allí yo aprendí cosas que me sirvieron mucho. Mientras mi hermano seguía con mi padre. Yo me fui con Don Joaquín Moret, el viejo, ebanista que había aprendido el oficio en Francia, era pequeñito, muy bajito pero un gran hombre, y con un sillero de mucho mérito porque siendo joven pasó de socio con este señor haciendo muebles, se hizo un ebanista triunfador en todo y además largo trabajando.

En el otro taller donde estuve cinco o seis meses nada más, había un muchacho que parecía un hombre de 25 años y tenía 17 nada más, que hacía unos trabajos que yo, como hijo del cuerpo, hijo de la biruta, mi padre ebanista y yo había nacido en cuna de birutas, veía aquellos muebles y no me lo creía. Pero, efectivamente, tenía 17 años y hacía los mejores trabajos de la casa, no hizo de aprendiz sino que entró directamente por ese valor nato de nacimiento para la ebanistería. 
Y en ese poco tiempo me enseñó unas cosas muy grande para toda la vida, que era el hacer una cosa bien, regular o mal. Me hizo ver lo que no estaba nada más que regular, yo lo tenía que ayudar en trabajos y hasta que no lo hacía bien lo tenía que repetir.

Cuando mi hermano cumplió 18 años se fue a la mili voluntario a la aviación, y yo ya pude ir al taller de mi padre. Y aprovechando que se casaba la hermana mayor, la única que tenemos pues éramos tres hermanos, dos varones y una hembra, ya tenía yo la habitación de mi hermana también, donde ella estaba, y ya empecé a trabajar con mi padre. Cuando se licenció mi hermano me fui yo a la mili, y cuando me licencié yo, los tres en casa trabajando como ebanista.

¿Cómo te vino la afición a la guitarra?
Mi padre tenía una guitarra de nogal, Valenciana, pero que sonaba muy bien. Mi padre la tocaba con cuerdas de acero, que es lo que se estilaba. Sabía tocar, de melodías no sabía, acompañaba la jota, porque había sido un gran maestro cantando jotas que tuvo que dejar al cambiar de niño a hombre en la adolescencia, pero el estilo le quedó, porque yo aún le oí cantar con ese estilo y afinaba la guitarra de clavijas de antes, de palo, la afinaba que quedaba cantarina, le sacaba entre yemas y uñas un sonido en los acordes para acompañarse la jota, un bolero, un pasodoble o un vals. Era eso lo que sabía.

Siendo niños, nos cogió la guerra en Logroño, en un pueblo de la sierra que no había ni luz eléctrica ni carretera, cuando estaba súper poblado éramos ciento quince personas, cuando más, y además era la capital de todos los pueblos de alrededor que eran caseríos. Creo que había habido en la antigüedad alguna fábrica de tejería, habían vivido doscientas cincuenta persona, porque casas había medio hundidas.
Yo en aquel pueblo, allí aprendí a leer, fui a la escuela. Nos pilló la guerra, mi padre aquí en Barcelona y nosotros en Logroño, la madre y los tres hijos, igual que otras primas hermanas que les pasó igual.

- ¿De dónde es tu familia?
Mi madre era de Logroño y mi padre de Calatayud, aragonés. A mi hermano lo llevaron a nacer allí adrede, mi padre dijo -'Mira como va a dar a luz mi señora, allí tendrá a su madre'. Por eso mi hermano nació en Ornillos de Cameros, en la Sierra de Logroño.
Mi padre desde el año 14, que es cuando vino a Barcelona, ya residía con su familia aquí y ya se casó en Barcelona, y la hermana nació en 1928 en Barcelona, Ismael en el 1920 y a los dos años nací yo aquí.

Cuando estalló la guerra allí en el pueblo, de música sólo había esa guitarra, no había ni laúd, bandurrias, yo oía tocar a un mozo que no dejaba acercarse a la guitarra, te daba un manotazo pensando que le ibas a romper o algo. Yo me quedaba mirando, para mí era muy grande ver aquello, me hubiera gustado que me hubiera dicho, ven, toca, toca, pon el dedo aquí y verás cómo cambia el sonido, no, de eso nada.

Y luego, cuando acabó la guerra, ya nos reunimos con el padre, nos trajeron a Barcelona otra vez, como había tanta hambre en aquellos años, los tíos allí del pueblo le preguntaron a mi padre: -"Mariano, cómo van los chicos, cómo va la comida?', -'Mal, no hay', y mi padre trabajaba día y noche en tres sitios diferentes, hacía remiendos en casa. Fuimos allí y estuvimos tres años, yo, y mi hermano cuatro años más, mi hermano sí que hubiera podido escoger carrera porque era un gran estudiante. 

- ¿Cúando hicistes tu primera guitarra?
Mi padre tenía esa guitarra, y yo ya con dieciocho años me dije, -'Me voy a hacer una guitarra a ratos'. Como pude, el frente de cajón de una cómoda isabelina saqué yo, que daba justo con una sierra de manos, yo me lo iba cortando, mirando un lado a otro y saqué los aros, de un plafón de cama el fondo.

Mi padre me animaba mucho, me decía -'Hijo, fracasarás, porque una guitarra cuesta más que hacer que un armario y tú un armario todavía no lo sabes hacer.' Aquello me daba a mí alas, mi padre sin darse cuenta o tal vez lo hacía a propósito, y yo con una afición...Y estuve allí siete u ocho meses, la tapa era de una fábrica que había aquí 'Lámpara Zeta" de Bélgica y Holanda que traían unas cajas con piezas que eran de abeto, abeto malo con unas vetas de tres dedos.

Yo me hice una guitarra y sonó, mi meta era que sonara cuanto menos como aquella Valenciana, y lo logré. Hice amistad con un invidente, Blai San José Fernández, que tocaba de oído, era un demonio tocando, unos pasodobles, boleros, todo, con un nervio y una fuerza tremenda. Nos iba a enseñar a tocar, pero por cincunstancias, el local que teníamos lo ocupaban otros y nosotros éramos los que pagábamos, en dos meses lo dejamos correr. Este ciego, cuando yo le llevaba la tapa armónica, la flexionaba y me decía: -'Raúl, yo no entiendo pero yo creo que la guitarra sin un poco de grueso sería mejor.'


Raúl Yagüe con su primera guitarra
(Imagen extraída web Raúl Yagüe Luthier aquí)


¿No tuvistes ningún maestro que te enseñara a construir guitarras?
Nunca he aprendido con un maestro, siempre viendo el trabajo de los grandes maestros, todos los sistemas los hemos resuelto a partir de que eres ebanista y hay que hacer esas grecas, esos adornos y ves una guitarra buena y a través de sistemas nuestros lo sacas.

Por fin acabo aquella guitarra de caoba y la tapa de abeto de caja de embalar y las medidas de los trastes las puse copiando la Valenciana. Total, que cuando ya estuvo la guitarra acabada, dije, -'Voy a ver al Blai San José', el invidente, a mi amigo, a mi maestro de guitarra. Fui allí y estaban tocando en las calles, pues el padre de este amigo era murciano y maestro de un coro de Clavé, y le digo, que estaban allí acompañando una canción al coro, -'Blai, que traigo la guitarra', -'Es que no puedo Raúl, que estoy con el coro. A ver, destápala a ver'. Abrí un estuche que me hice yo, y dejó la suya, hizo un arpegio, un acorde, y le dice a sus compañeros, -'Ir cantando sin guitarra que yo me voy a casa con este joven.' Y allí estuvo tocando toda la mañana, pues sonaba muy bien.

¿Te hubiera gustado ser guitarrista?
Yo empecé a ir a solfeo, un mes y medio o así, y la profesora me tenía mucho aprecio porque me encantaba y lo hacía muy bien. Yo era deportista y me gustaba mucho la pelota nacional, la pelota vasca, en La Rioja allí sí que había una pared y allí los niños jugábamos. Pues me rompí un dedo, el dedo medio de la mano derecha, la primera falange. En la mili, aprovechando que un teniente era pelotari bueno de Castapunta, le dije lo que me había pasado y me hicieron radiografías y me dijeron que el dedo se podía operar pero que iba a quedar tieso. Con el miedo que yo tenía a las operaciones, después ya me han operado de dos cosas, del corazón y la hernia.

Luego pasaron unos años, trabajaba de ebanista e iba por la noche a aprender talla, lo que yo hubiera querido ser. Fui algún tiempo y aprendí algunas cosas con un estilo propio. Como yo siempre he sido creador de cosas y diseñador, hice unos modelos y estuve viviendo unos diez años de las "gubias", con un cliente que se hizo gran amigo mío, nunca en los diez años hubo ninguna dificultad, ni en precio ni en calidad, una unión perfecta. Luego este señor subió más y hacían muebles, ya cogió una factoría grande con un cronometrador y se fue a pique la cosa, y yo seguí haciendo muebles. Estamos a principios de los años 70. Habíamos hecho con un decorador grandes trabajos, con José Mª Espada, y con el nieto de Albéniz, Isaac Alfonso Alzamora Albéniz, con quien estuvimos trabajando desde el año 42 que se estableció mi padre y luego mi hermano y yo, cuando empezamos a trabajar todos estos años con este decorador y luego con Espada, que hicimos grandes obras, hicimos el Bar del Paraigüas, en la calle Rosellón, el Arcón modernista, muchos buenos trabajos.

No teníamos por eso ni vacaciones, ni domingos, porque éramos sólo mi hermano y yo, un tiempo tuvimos un gran amigo mío, durante cinco años, también que era como nosotros, era un gran ebanista, nosotros éramos para hacer cosas buenas, no cosas en serie.

Un día, trabajando en casa de un pariente de mi padre que era concejal del Ayuntamiento [de Barcelona], la señora, la prima Pilar, dice a mi hermano Ismael: -'Tú que eres soltero, ¿no te interesa entrar en un museo de restaurador?' Y yo que oigo aquello y digo -'Y yo, también me interesaría una cosa fija'. Aquello fue nuestra salvación, mi hermano entonces se podía ir al pueblo cada año con mis padres a Logroño, un mes de vacaciones. Yo ya estaba casado y tenía dos chicos, pero nos costó siete meses ingresar en el museo [Museo Nacional d'Art de Catalunya].


Museo Nacional d'Art de Catalunya en la montaña de Montjuïc


Una vez ingresados en el museo, mi hermano me dijo: -'Oye hace veinticinco años te hicistes una guitarra y ahora que cobramos un sueldo fijo y no trabajamos el domingo, ¿y si nos compramos madera para hacernos una buena guitarra para cada uno?'.
Y así comenzó la cosa, pero de otra manera, ya habíamos visto en una exposición lo que eran las buenas guitarras, las Torres, la del Señor Petit. Nos hicimos, poco a poco, una cada uno.

Entonces mi hermano se fue de vacaciones y yo fui a hacer una foto, pensando en mandarle un regalo bonito, ya que no vio acabada la primera guitarra, la que era para mí. Así la llevé a hacerle unas fotos, a la calle Salmerón, ya acabada, y pasé al Bar de'n Quimet. 
El fotógrafo me preguntó si había hecho yo la guitarra, le dije que sí, que era la primera, que había hecho algunas chapuzas antes, de jovencito, -'Esto ya es en serio', -'Sí, creo que lleva la espiga como las de Torres', y digo: -'Si es que esto lo hemos estudiado nosotros para resolverlo ya en la primera'.
Me dijo: -'Hoy no está el Sr. Quimet porque es jueves y va a tocar a unos enfermitos mentales'. Fui otro día a recoger las fotografías y me llevé la guitarra, me presenté a él, levanté la tapa y me dijo -'Maestro, ¿y la mía cómo va?', y de esta manera me hizo el encargo. -'Estamos empezando, ahora tenemos cuatro o cinco encargos ya, en seguida le haremos la suya'. Siempre que íbamos por allí, con mi señora o mi hermano, nunca me llegó a cobrar, y luego nos daba bolsa de caramelos, tres cuartos de avellanas. Era un hombre muy agradecido para los luthiers, luego con el tiempo me compró dos más, en unos momentos en que estábamos económicamente mal.

¿Sólo habéis hecho guitarras o algún otro instrumento?
No ha habido tiempo de hacer, yo he hecho medio violín, media tapa, en otro unos aros, restaurando, eso sí, hemos hecho guitarritas, reproducciones del siglo XVIII.

¿Habéis construido guitarras flamencas?
Siempre clásicas, flamencas dos o tres, así que luego las estropeé yo, queriendo mejorar, me inventé unas herramientas que me hacían falta para restaurar esas antiguas.
Aquí ya empezaron a venir Torres, decían, -'Tienen que venir a Barcelona a los hermanos Yagüe para restaurarlas', o a Madrid a Marcelino López. Y si nosotros podíamos hacerlo en aquel momento, lo hacíamos. Varias guitarras Torres, que eso es un privilegio. 

Yo estoy lleno de privilegios, he tenido los mejores maestros en la ebanistería, me he hecho mi propia personalidad en la madera, he aprendido luego de mi padre, mi hermano Ismael que es un gran perfeccionista, que a veces es ridículo, si hay que hacer una ratera, para coger ratas que hay en el taller, el tío echa le escuadra, y corta la madera como si fuera un mueble, es un enfermo de la perfección. Es un privilegio. Luego en el museo hemos tenido el privilegio de colaborar y de restaurar retablos Románicos, Góticos. Luego en otros museos hemos tenido nosotros el privilegio de ir, como al Museo Picasso, ir nosotros cortando nuestro cristal, porque los niños de instituto metían los dedos y rayaban y escribían. Se dieron cuenta y llamaron al museo y la directora nos enviaba.

Privilegio de tener en las manos los mejores Picassos, de la época azul, de desmontarlo, poner un listoncito donde engarce suplementos para que no toque la pintura al cristal, cortal el cristal, volver a montarlos y colgarlo. De Dalí también cosas, la cerámica de Picasso nos hemos encargado mi hermano y yo, de hacerle un soporte de metacrilato. Estuvimos dos años en el Museo de Cerámica, porque estaba ubicado en el museo nuestro, en el Palacio Nacional, siempre aprendiendo. 






Entrevista a Raúl Yagüe programa TV
(En Canal de youtube de Montse Madridejos aquí)





¿Qué diferencias hay entre una guitarra clásica y una flamenca?
No son iguales, generalmente las flamencas se hacen para acompañar los cantores y bailaores, se hacen de ciprés. Ya cuando han venido estos maestros de ahora, como Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar y aquí en Barcelona tenemos a Manuel Granados, y gente de esta valía, en Sabadell están dos hermanos, Los Cañizares, muy buenos guitarristas, han empezado a tocar guitarras de palosanto del Brasil o la India, igual que las clásicas, pero son más delgaditas, la construcción más o menos es la misma pero el material es diferente. A lo mejor se hace según el estilo de Torres u otros constructores que se han especializado nada más en el flamenco.



Guitarra flamenca de los Hermanos Yagüe
en el taller de la calle Amposta
(Archivo personal)





(de der a izq), Sebastian, Manuel Granados, Ismael Yagüe, Raúl Yagüe y un amigo
Foto web Raúl Yagüe luthier aquí


¿Hay diferencias entre la escuela andaluza de Torres y la escuela catalana?
Los Fleta son los reyes de la guitarra en el mundo y pertenecen a la escuela catalana. El padre era íntimo amigo nuestro. Te cuento cómo nos conocimos. Cuando llevé aquella primera guitarra a que la viera el Sr. Quimet, así que la tuve un día, me arreglo, ellos tenían el taller en el carrer dels Àngels, allí en las Ramblas, y nosotros tenemos el taller cerca de Plaza España. Me arreglo un poco, cojo mi estuche, con la primera guitarra ya en serio y cuando salgo y llego a a la Plaza España, una enfermedad que teníamos mi hermano y yo, casualmente sin ser hereditaria, del corazón pues me producía una taquicardia, total que me vuelvo a casa al taller. Me pongo a trabajar, pienso, recapacito, y me digo: -'¿Y tú eres un hombre con dos hijos pequeños que tienes y no te atreves a ir a ver a ese gran maestro, a llevar esta guitarra a ver qué le parece?'. Pues cojo, me vuelvo a cambiar, me llego un poco más valiente. Veo en el timbre de abajo "Fleta", la puerta estaba abierta, subo al principal y no me atrevo, pero tuve la suerte, no la desgracia, de picar al timbre y ya sale un hijo del Sr. Fleta, Gabriel, el más joven de los dos, y así que me ve con un estuche y me dice, -'No, joven, aquí no restauramos guitarras', y yo le digo -'No, es que es una guitarra que me he hecho yo y quería que la viera el Sr. Fleta'. Ya nos conocían, sabían quien éramos por un hombre que iba de taller en taller y compraba y revendía por toda España, antes que acabar esa guitarra, sabían que habían dos hermanos que hacían guitarras.

Entonces, Don Ignacio, la mira, y me dice -'Es feo adular, pero te felicito, el sonido ya lo encontrarás. Hemos venido este año de Bruselas de un certamen de constructores en el que era el presidente del jurado y allí, con los dedos de la mano, se podía contar las guitarras que hubieran a la altura de este instrumento. El sonido ya lo encontrará con el tiempo'. Y así fue en todo. Me dijo unas cosas el maestro y los hijos con la cabeza asentían lo que estaba diciento el padre. Todas las cosas que me han ocurrido de los aduladores para negociar, para hacer trampas y cosas feas con las guitarras aquí para allá, casi timos hacían. A toda esta gente fuimos quitándola de encima, pero a cambio de que nos cerramos muchas puertas también. Como teníamos un trabajo ya fijo, nosotros persistiamos y yo siempre toda la vida estudianto y logrando cosas de las que habíamos visto, hemos aprendido de esos grandes maestros, sí, enseñándonos, viéndolo, resolviéndolo a nuestra manera y de muchas cosas que nos vienen chicos de todo el mundo, de aquí en España, japoneses, alemanes.


Ignacio Fleta
(Imagen extraída web Guitar salon aquí)




[La entrevista continúa en la próxima entrada: La guitarrería en Cataluña (I). Raúl e Ismael Yagüe (2)]














1 comentario:

  1. He descubierto esta maravilla de entrevista, con mi padre y mi tío, por casualidad. Qué alegría!!!
    Muchísimas gracias.

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