ROSALÍA MULERO
60 AÑOS EN LOS ESCENARIOS
El latido
vital de Rosalía Mulero discurre parejo con su trayectoria profesional. Su
nacimiento en el corazón artístico de la Barcelona de los años cincuenta auguraba
un futuro en la danza a esa niña ilusionada con sus primeros pasos de baile.
Desde sus inicios hasta su plenitud como mujer y maestra, el sesenta
aniversario de su amor por el baile son una muestra de la vitalidad y la pasión
que envuelve todo su arte.
1. La niña bailarina
Las
décadas centrales del siglo XX fueron la época dorada del baile en Cataluña,
alternándose en las programaciones de los principales teatros de la época estilos
como el ballet clásico, la escuela bolera, el baile clásico español y el
flamenco.
Los
bailarines y bailarinas tenían como principal referente el Gran Teatro del
Liceo, en las Ramblas de Barcelona, junto a otros espacios escénicos del centro
de la ciudad en los que se representaban espectáculos de danza teatral, como El
Teatro Romea, el Teatre Calderon, el Tívoli, el Palau de la Música Catalana o
el Poliorama.
El baile
flamenco, por su parte, tuvo su ubicación en los reductos de los últimos cafés
cantantes y teatros más populares hasta que se instaló definitivamente en los
emergentes y numerosos tablaos que surgieron en la Ciudad Condal, tras la
explosión turística de los sesenta, mientras que el ballet flamenco, al amparo
del baile clásico español, vivió una etapa esplendorosa al introducirse por un
igual en las programaciones de los teatros principales, como el Teatro del
Liceo y el Palau de la Música Catalana, y en aquellos más populares, como el
Teatro Tívoli y el Poliorama.
Este
ambiente dancístico tan rico y diverso convirtió al distrito de Ciutat Vella en
el núcleo de la danza en Cataluña y en un hervidero de maestros y de alumnos,
quienes acudían a formarse en las distintas academias de baile ya que éstas
nutrían de bailarines y bailarinas a los elencos de baile de dichos teatros.
Numerosos
fueron los bailarines de baile clásico español y bailaores de flamenco quienes,
tras una etapa artística nacional e internacional, se instalaron en el casco
antiguo de Barcelona y abrieron sus propias escuelas, muchas de ellas próximas a
las academias de los grandes maestros de la danza clásica en Cataluña, como
Joan Magriñà, quien tuvo su famosa escuela en las calles Sant Pau y Petritxol.
Entre
los profesionales referentes de esta época se encuentran los Maestros Lara
(Enrique y Federico Lara), los Maestros Reyes (Paco y Vicente Reyes), el
Maestro Coronas (Carlos Coronas), Batista y el Maestro Lombardero (Manuel
Lombardero), primeros bailaores que se dedicaron a la enseñanza del flamenco en
Barcelona con un flamenco ya más elaborado y coreográfico, un tanto alejado del
flamenco racial.
La
incipiente inquietud artística que tuvo Rosalía Mulero en su infancia fue
fácilmente satisfecha. No tuvo más que acudir, cruzando la Rambla, a las
academias de baile ubicadas en las calles colindantes al barrio de la Ribera,
donde nació, para poder aprender la base técnica del baile clásico español y
del flamenco.
Asimismo,
la escuela de Los Maestros Lara era un centro de contratación de artistas donde
acudían los empresarios en busca de bailarines para sus espectáculos. Con lo
aprendido en dicha escuela, Rosalía realizó su primer repertorio, compuesto de
unos tanguillos flamencos, el pasodoble El Gato Montés, un pasaje de la Ópera
Carmen de Bizet y la Jota de la Dolores, todo bailado con castañuelas, y fue
contratada por distintos empresarios para actuar en diversas ciudades catalanas,
como en Vilafranca del Penedés, Vilanova i la Geltrú, Valls y Pubilla Casas,
poblaciones a las que Rosalía se dirigía siempre en compañía de su padre.
Animada
por estas primeras actuaciones, en su adolescencia Rosalía continuó su
formación como bailarina con una generación más joven de maestros que
combinaban la danza clásica con el clásico español, como Charo Contreras,
sobrina de Antonio el de Bilbao y alumna de Joan Magriñà, quien le enseñó los
bailes de la escuela bolera, y con los profesores de raíz más flamenca que
unían el clásico español con los bailes flamencos, como el Maestro Lombardero,
que tenía su escuela en la Avenida del Paralelo, y José de la Vega, maestro
referente del flamenco en Cataluña que en la década de los setenta abrió su propia
academia en la calle Enrique Granados nº 9, trasladándose en 1980 a su actual
ubicación, en la calle Aribau nº 19.
Junto
al estudio del baile académico de danza española y de flamenco, Rosalía
incorporó el aprendizaje de los bailes regionales en la Casa Regional de Murcia
y Albacete, ubicada en la calle Puertaferrisa nº 21, muy unida a esta casa desde
su infancia por lazos familiares, ya que sus abuelos habían formado parte de la
primera emigración de murcianos que fueron a Cataluña a principios del siglo
XX, y en la que también participó como bailarina del grupo de danzas de la
entidad.
2. La joven bailaora
Sin
duda, todos los conocimientos que durante esos años fueron forjando el cuerpo y
la mente de Rosalía adquirieron un sentido propio al conocer a Concha Borrull.
Si alguien marcó sus movimientos y le dio sentido a su identidad como bailarina
y bailaora esa fue Conchita Borrull, su amada Concha, dos mujeres que unieron
sus caminos en etapas diferentes de sus vidas. Concha, en su plenitud personal
y artística, y Rosalía, quien iniciaba su proyección nacional e internacional,
una vez completada su formación.
Concha
Borrull había sido una conocida bailaora flamenca del repertorio tradicional en
los escenarios barceloneses de los años veinte y treinta, siempre respaldada
por su hermano, Miguel Borrull Jiménez, el principal guitarrista de la época en
el flamenco catalán, y sus hermanas Julia e Isabel, soberbias bailaoras gitanas
que entusiasmaban al público en los escenarios. Esta dinastía de los Borrull
dio inicio con el patriarca, Miguel Borrull Castelló, gitarrista gitano nacido en
Castellón quien, después de unos años en Madrid, se afincó definitivamente en
Barcelona, regentando el más famoso café cantante de la época, el Villa Rosa.
Pero
Concha Borrull también incorporó los bailes del flamenco escénico a su
repertorio, que interpretaba en la compañía de Laura de Santelmo, talento que
marcó un estilo de baile muy personal y que le valió el reconocimiento del
público y la crítica, así como favoreció el inicio de su etapa docente. Animada
por su sobrina Trini Borrull, bailarina que triunfó junto a Joan Magriñà en el
Teatro del Liceo, en los años cuarenta decidió dar clases de baile clásico
español y flamenco en la escuela de danza que Trini Borrull tenía en la calle
Petritxol nº 9, que dejó Trini al trasladarse a vivir a Gran Canarias con su
marido, dando inicio a un maravilloso magisterio que no finalizó hasta su
fallecimiento, en el año 1983.
Con
la inauguración de su maestría, Concha Borrull se convirtió en la primera y
principal Maestra de baile flamenco en Cataluña, enseñando a diversas
generaciones de bailaoras tanto en su escuela del centro barcelonés como en
otras poblaciones cercanas. Las referencias a las clases que también daba
Concha Borrull en Tarragona se solapan con las crónicas que relatan los
espectáculos que sus numerosas alumnas hicieron, en los que combinaban
coreografías de Isaac Albéniz, Joaquim Turina, Enrique Granados o Manuel de
Falla con el repertorio flamenco de alegrías, farrucas, fandangos y soleares.
Rosalía
Mulero pronto destacó entre todas sus alumnas. La técnica aprendida siendo
niña, su carácter y, sobre todo, una capacidad innata para expresar la esencia misma
del arte de la danza contribuyó a que Concha Borrull, poco a poco, legara en
ella todos sus conocimientos.
Fue
a Rosalía a quien Concha Borrull enseñó sus aportaciones al mundo de la danza,
principalmente sus coreografías de siguiriyas, tangos, zambras, alegrías,
soleá, tientos, tanguillos, bulerías, zapateado y cantiñas. También el uso de
las castañuelas en los bailes flamencos, especialmente en las alegrías, ya que
Concha Borrull fue la única bailaora que bailaba las alegrías con castañuelas,
y, sobretodo, le mostró la expresión de la dinámica del baile flamenco, con sus
diferentes matices rítmicos, reposando en las partes lentas para mantener la
presencia escénica y sacar su arte en cada representación, destacando el uso
del braceo y de la parte superior del cuerpo elegante y elocuente.
En
las clases, Concha Borrull reproducía con un magnetófono las cintas grabadas
por su hermano, el guitarrista Miguel Borrull, que interpretaba los distintos
estilos una y otra vez para que Rosalía fuera ensayando, según el marcaje de su
maestra.
Rosalía
asombraba a Concha con la perfección de su técnica en las castañuelas, esas
carretillas, posticeos, acentos y contratiempos con los que, de una manera innata,
adornaba las melodías. Esta desbordante capacidad poco a poco se dirigió hacia
el concertismo de castañuelas dando inicio a una fructífera relación
profesional entre Rosalía y un joven Manuel Granados, alumno por aquel entonces
de guitarra flamenca de Antonio Francisco Serra y, cosas de la vida, vecino de
Concha Borrull, que los llevó a actuar juntos en numerosas poblaciones de la
Costa Brava.
El
dúo formado por Rosalía a las castañuelas y Manuel Granados a la guitarra
flamenca fue un prodigio de técnica y expresión. Los infinitos trémolos y
arpegios que Granados hacía en la guitarra tenían su correspondencia en las
eternas carretillas de Rosalía interpretando juntos brillantemente el
repertorio flamenco y las grandes obras de clásico español para guitarra,
haciéndose eco la prensa italiana en la década de los años ochenta de la gira
que iniciaron juntos. Hoy, aquel joven es Catedrático de guitarra flamenca del
Conservatorio del Liceo y celebra con emoción y alegría el sesenta aniversario
de Rosalía.
3. La maestra
En
los años sesenta y tras su etapa barcelonesa, Rosalía con su familia se instaló
en Santa Coloma de Gramenet y fue su marido, Francisco Fornaguera, quien
decidió que Rosalía abriera su propia escuela de baile para poder seguir
bailando y ejerciendo su arte. La
Escuela de danza Rosalía Mulero abrió sus puertas en la calle Joan Ràfols de
Santa Coloma, en 1982, y años después, en 2001 y ante la necesaria ampliación
con la incorporación de nuevo profesorado y el aumento del número de alumnos,
la escuela se trasladó a la calle San Ramón, cambiando su nombre a Centre
Cultural de danza Los Mulero.
La
demanda de actividades artísticas por parte de la población emigrada del sur de
España, que desde mediados del siglo XX se había instalado en Santa Coloma,
favoreció el interés por el aprendizaje del baile flamenco y del clásico
español en una época en la que la escuela de danza de Rosalía Mulero fue de las
pioneras en abrir sus puertas en dicha población. Entre los profesores que han
contribuido al nivel excelente alcanzado por sus alumnos y alumnas destaca el
Maestro Alexander, concertista de castañuelas y coreógrafo, que forma parte del
profesorado desde hace más de veinte años, junto a Rosalía Mulero.
La escuela
hoy día sigue siendo el referente en Santa Coloma del baile clásico español y
el flamenco, con un aprendizaje único de las castañuelas por Rosalía, en la que
jóvenes de Santa Coloma han encontrado un lugar idóneo donde trabajar su
vocación y llegar a convertirse en profesionales.
Entre
los alumnos, sin duda, sobresalen los propios hijos de Rosalía. El mayor,
Joaquín Mulero, y el mediano, Antonio Mulero, quienes realizaron estudios de
ballet clásico, clásico español, regional y flamenco desde la infancia en la
propia escuela y con los grandes referentes del baile catalán y nacional.
También numerosas son las alumnas y alumnos que han pasado por la escuela en
esta larga trayectoria de casi cuarenta años, destacando entre otros, Elena
Algado, Eva Santarrubias, Raquel Alegría, Iris Nebot, María José Rubio, Jesús
Cortés, Margarita Muelas y Anabel Jiménez, estas últimas bailarinas son en la
actualidad profesoras de dicha escuela. Otras
bailaoras y bailarinas que han acudido a Rosalía para completar su presencia
escénica han sido Vanessa Cortés, María Carmen Pazos, Laura Gallego y Lourdes
Jiménez, entre muchas otras.
4. La mujer
En
la biografía de Rosalía Mulero no se puede desligar su faceta profesional de su
vida personal. Tanto es artista como mujer, mujer como artista. Esposa, madre,
hermana, hija entregada, Rosalía ha tenido que sacrificar, en muchas ocasiones a
lo largo de su trayectoria, una mayor proyección nacional e internacional por
estar ahí, al lado de los suyos, al ser incompatible los largos viajes fuera
del hogar con un ambiente familiar. Escogió vivir entregada a los demás, pero
sin renunciar a sus sueños, a su ilusión, a bailar.
Con
la personalidad emprendedora que le caracteriza, y que demostró desde sus
inicios cuando siendo joven se encargaba ella misma de negociar su caché con el
empresario, la nueva faceta de Rosalía como mujer empresaria comenzó con la
fundación de su Compañía de Danza Española y Flamenco Los Mulero en 1985,
evento que necesitó de una estructura empresarial para llevar a cabo las funciones
de representación y distribución.
El
doble papel de Rosalía como bailaora y empresaria que ha sabido llevar con
éxito una faceta tradicionalmente masculina es un ejemplo de ese empoderamiento
femenino actual que ella inició en una época en la que las mujeres tenían muchas
menos oportunidades para poder llevarlo a cabo. Rosalía supo revertir el papel
estereotipado tradicional de la maternidad, uno de los principales impedimentos
de la mujer para poder desarrollar su faceta profesional, y compaginar su papel
de madre y esposa con el de empresaria, pudiendo compartir con su marido
Francisco y sus tres hijos, Joaquín, Antonio y Franc, el amor por la danza, así
como los éxitos artísticos.
El
liderazgo femenino de Rosalía, que se basa en el ejemplo de saber compaginar su
papel de mujer con el de artista, tiene un alto reconocimiento social a través
de varias jóvenes generaciones de hombres y mujeres que han visto en su modelo
de vida una estrategia de superación femenina a imitar. Sin duda, una mujer
única que en su plenitud personal y artística celebra su 60º Aniversario en el
mundo de la danza, su vida y su pasión.
Texto original de María Jesús Castro como hoja de sala de la exposición 'Rosalía Mulero. 60 anys als escenaris', que ha tenido lugar del 23 de mayo al 16 de mayo 2021 en Can Sisteré (Sala B), en el Centre d'Art Contemporani de Santa Coloma de Gramenet, en el marco de las actividades del festival Flamenc-On .
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