viernes, 19 de marzo de 2021

 


ROSALÍA MULERO

60 AÑOS EN LOS ESCENARIOS








El latido vital de Rosalía Mulero discurre parejo con su trayectoria profesional. Su nacimiento en el corazón artístico de la Barcelona de los años cincuenta auguraba un futuro en la danza a esa niña ilusionada con sus primeros pasos de baile. Desde sus inicios hasta su plenitud como mujer y maestra, el sesenta aniversario de su amor por el baile son una muestra de la vitalidad y la pasión que envuelve todo su arte.


1. La niña bailarina

Las décadas centrales del siglo XX fueron la época dorada del baile en Cataluña, alternándose en las programaciones de los principales teatros de la época estilos como el ballet clásico, la escuela bolera, el baile clásico español y el flamenco.

Los bailarines y bailarinas tenían como principal referente el Gran Teatro del Liceo, en las Ramblas de Barcelona, junto a otros espacios escénicos del centro de la ciudad en los que se representaban espectáculos de danza teatral, como El Teatro Romea, el Teatre Calderon, el Tívoli, el Palau de la Música Catalana o el Poliorama.

El baile flamenco, por su parte, tuvo su ubicación en los reductos de los últimos cafés cantantes y teatros más populares hasta que se instaló definitivamente en los emergentes y numerosos tablaos que surgieron en la Ciudad Condal, tras la explosión turística de los sesenta, mientras que el ballet flamenco, al amparo del baile clásico español, vivió una etapa esplendorosa al introducirse por un igual en las programaciones de los teatros principales, como el Teatro del Liceo y el Palau de la Música Catalana, y en aquellos más populares, como el Teatro Tívoli y el Poliorama.

Este ambiente dancístico tan rico y diverso convirtió al distrito de Ciutat Vella en el núcleo de la danza en Cataluña y en un hervidero de maestros y de alumnos, quienes acudían a formarse en las distintas academias de baile ya que éstas nutrían de bailarines y bailarinas a los elencos de baile de dichos teatros.

Numerosos fueron los bailarines de baile clásico español y bailaores de flamenco quienes, tras una etapa artística nacional e internacional, se instalaron en el casco antiguo de Barcelona y abrieron sus propias escuelas, muchas de ellas próximas a las academias de los grandes maestros de la danza clásica en Cataluña, como Joan Magriñà, quien tuvo su famosa escuela en las calles Sant Pau y Petritxol.

Entre los profesionales referentes de esta época se encuentran los Maestros Lara (Enrique y Federico Lara), los Maestros Reyes (Paco y Vicente Reyes), el Maestro Coronas (Carlos Coronas), Batista y el Maestro Lombardero (Manuel Lombardero), primeros bailaores que se dedicaron a la enseñanza del flamenco en Barcelona con un flamenco ya más elaborado y coreográfico, un tanto alejado del flamenco racial.  

La incipiente inquietud artística que tuvo Rosalía Mulero en su infancia fue fácilmente satisfecha. No tuvo más que acudir, cruzando la Rambla, a las academias de baile ubicadas en las calles colindantes al barrio de la Ribera, donde nació, para poder aprender la base técnica del baile clásico español y del flamenco.



En la academia de baile Los Maestros Lara, ubicada en la antigua calle Conde del Asalto nº 89, Rosalía inició su aprendizaje profesional. Sus maestros, Enrique y su mujer Adoración, "Dorita", habían continuado la escuela inaugurada por el padre, Enrique, y el tío, Federico, y fue muy famosa entre los bailarines y bailaores de la época a la que acudían para completar su formación, tanto en el clásico español como en el flamenco. Algunos de los jóvenes alumnos que compartieron clases con Rosalía fueron José Hilario Díaz, La Chunga o La Singla, clases en las que el Maestro Enrique enseñaba flamenco y la Maestra Dorita el baile clásico español, acompañados ambos por un pianista.

Asimismo, la escuela de Los Maestros Lara era un centro de contratación de artistas donde acudían los empresarios en busca de bailarines para sus espectáculos. Con lo aprendido en dicha escuela, Rosalía realizó su primer repertorio, compuesto de unos tanguillos flamencos, el pasodoble El Gato Montés, un pasaje de la Ópera Carmen de Bizet y la Jota de la Dolores, todo bailado con castañuelas, y fue contratada por distintos empresarios para actuar en diversas ciudades catalanas, como en Vilafranca del Penedés, Vilanova i la Geltrú, Valls y Pubilla Casas, poblaciones a las que Rosalía se dirigía siempre en compañía de su padre.

Animada por estas primeras actuaciones, en su adolescencia Rosalía continuó su formación como bailarina con una generación más joven de maestros que combinaban la danza clásica con el clásico español, como Charo Contreras, sobrina de Antonio el de Bilbao y alumna de Joan Magriñà, quien le enseñó los bailes de la escuela bolera, y con los profesores de raíz más flamenca que unían el clásico español con los bailes flamencos, como el Maestro Lombardero, que tenía su escuela en la Avenida del Paralelo, y José de la Vega, maestro referente del flamenco en Cataluña que en la década de los setenta abrió su propia academia en la calle Enrique Granados nº 9, trasladándose en 1980 a su actual ubicación, en la calle Aribau nº 19.  

Junto al estudio del baile académico de danza española y de flamenco, Rosalía incorporó el aprendizaje de los bailes regionales en la Casa Regional de Murcia y Albacete, ubicada en la calle Puertaferrisa nº 21, muy unida a esta casa desde su infancia por lazos familiares, ya que sus abuelos habían formado parte de la primera emigración de murcianos que fueron a Cataluña a principios del siglo XX, y en la que también participó como bailarina del grupo de danzas de la entidad.







 

2. La joven bailaora

Sin duda, todos los conocimientos que durante esos años fueron forjando el cuerpo y la mente de Rosalía adquirieron un sentido propio al conocer a Concha Borrull. Si alguien marcó sus movimientos y le dio sentido a su identidad como bailarina y bailaora esa fue Conchita Borrull, su amada Concha, dos mujeres que unieron sus caminos en etapas diferentes de sus vidas. Concha, en su plenitud personal y artística, y Rosalía, quien iniciaba su proyección nacional e internacional, una vez completada su formación.

Concha Borrull había sido una conocida bailaora flamenca del repertorio tradicional en los escenarios barceloneses de los años veinte y treinta, siempre respaldada por su hermano, Miguel Borrull Jiménez, el principal guitarrista de la época en el flamenco catalán, y sus hermanas Julia e Isabel, soberbias bailaoras gitanas que entusiasmaban al público en los escenarios. Esta dinastía de los Borrull dio inicio con el patriarca, Miguel Borrull Castelló, gitarrista gitano nacido en Castellón quien, después de unos años en Madrid, se afincó definitivamente en Barcelona, regentando el más famoso café cantante de la época, el Villa Rosa.

Pero Concha Borrull también incorporó los bailes del flamenco escénico a su repertorio, que interpretaba en la compañía de Laura de Santelmo, talento que marcó un estilo de baile muy personal y que le valió el reconocimiento del público y la crítica, así como favoreció el inicio de su etapa docente. Animada por su sobrina Trini Borrull, bailarina que triunfó junto a Joan Magriñà en el Teatro del Liceo, en los años cuarenta decidió dar clases de baile clásico español y flamenco en la escuela de danza que Trini Borrull tenía en la calle Petritxol nº 9, que dejó Trini al trasladarse a vivir a Gran Canarias con su marido, dando inicio a un maravilloso magisterio que no finalizó hasta su fallecimiento, en el año 1983.

Con la inauguración de su maestría, Concha Borrull se convirtió en la primera y principal Maestra de baile flamenco en Cataluña, enseñando a diversas generaciones de bailaoras tanto en su escuela del centro barcelonés como en otras poblaciones cercanas. Las referencias a las clases que también daba Concha Borrull en Tarragona se solapan con las crónicas que relatan los espectáculos que sus numerosas alumnas hicieron, en los que combinaban coreografías de Isaac Albéniz, Joaquim Turina, Enrique Granados o Manuel de Falla con el repertorio flamenco de alegrías, farrucas, fandangos y soleares.

Rosalía Mulero pronto destacó entre todas sus alumnas. La técnica aprendida siendo niña, su carácter y, sobre todo, una capacidad innata para expresar la esencia misma del arte de la danza contribuyó a que Concha Borrull, poco a poco, legara en ella todos sus conocimientos.

Fue a Rosalía a quien Concha Borrull enseñó sus aportaciones al mundo de la danza, principalmente sus coreografías de siguiriyas, tangos, zambras, alegrías, soleá, tientos, tanguillos, bulerías, zapateado y cantiñas. También el uso de las castañuelas en los bailes flamencos, especialmente en las alegrías, ya que Concha Borrull fue la única bailaora que bailaba las alegrías con castañuelas, y, sobretodo, le mostró la expresión de la dinámica del baile flamenco, con sus diferentes matices rítmicos, reposando en las partes lentas para mantener la presencia escénica y sacar su arte en cada representación, destacando el uso del braceo y de la parte superior del cuerpo elegante y elocuente.

En las clases, Concha Borrull reproducía con un magnetófono las cintas grabadas por su hermano, el guitarrista Miguel Borrull, que interpretaba los distintos estilos una y otra vez para que Rosalía fuera ensayando, según el marcaje de su maestra. 

Rosalía asombraba a Concha con la perfección de su técnica en las castañuelas, esas carretillas, posticeos, acentos y contratiempos con los que, de una manera innata, adornaba las melodías. Esta desbordante capacidad poco a poco se dirigió hacia el concertismo de castañuelas dando inicio a una fructífera relación profesional entre Rosalía y un joven Manuel Granados, alumno por aquel entonces de guitarra flamenca de Antonio Francisco Serra y, cosas de la vida, vecino de Concha Borrull, que los llevó a actuar juntos en numerosas poblaciones de la Costa Brava.





El dúo formado por Rosalía a las castañuelas y Manuel Granados a la guitarra flamenca fue un prodigio de técnica y expresión. Los infinitos trémolos y arpegios que Granados hacía en la guitarra tenían su correspondencia en las eternas carretillas de Rosalía interpretando juntos brillantemente el repertorio flamenco y las grandes obras de clásico español para guitarra, haciéndose eco la prensa italiana en la década de los años ochenta de la gira que iniciaron juntos. Hoy, aquel joven es Catedrático de guitarra flamenca del Conservatorio del Liceo y celebra con emoción y alegría el sesenta aniversario de Rosalía.

 



3. La maestra

En los años sesenta y tras su etapa barcelonesa, Rosalía con su familia se instaló en Santa Coloma de Gramenet y fue su marido, Francisco Fornaguera, quien decidió que Rosalía abriera su propia escuela de baile para poder seguir bailando y ejerciendo su arte.  La Escuela de danza Rosalía Mulero abrió sus puertas en la calle Joan Ràfols de Santa Coloma, en 1982, y años después, en 2001 y ante la necesaria ampliación con la incorporación de nuevo profesorado y el aumento del número de alumnos, la escuela se trasladó a la calle San Ramón, cambiando su nombre a Centre Cultural de danza Los Mulero.

La demanda de actividades artísticas por parte de la población emigrada del sur de España, que desde mediados del siglo XX se había instalado en Santa Coloma, favoreció el interés por el aprendizaje del baile flamenco y del clásico español en una época en la que la escuela de danza de Rosalía Mulero fue de las pioneras en abrir sus puertas en dicha población. Entre los profesores que han contribuido al nivel excelente alcanzado por sus alumnos y alumnas destaca el Maestro Alexander, concertista de castañuelas y coreógrafo, que forma parte del profesorado desde hace más de veinte años, junto a Rosalía Mulero.

La escuela hoy día sigue siendo el referente en Santa Coloma del baile clásico español y el flamenco, con un aprendizaje único de las castañuelas por Rosalía, en la que jóvenes de Santa Coloma han encontrado un lugar idóneo donde trabajar su vocación y llegar a convertirse en profesionales.

 

Entre los alumnos, sin duda, sobresalen los propios hijos de Rosalía. El mayor, Joaquín Mulero, y el mediano, Antonio Mulero, quienes realizaron estudios de ballet clásico, clásico español, regional y flamenco desde la infancia en la propia escuela y con los grandes referentes del baile catalán y nacional. También numerosas son las alumnas y alumnos que han pasado por la escuela en esta larga trayectoria de casi cuarenta años, destacando entre otros, Elena Algado, Eva Santarrubias, Raquel Alegría, Iris Nebot, María José Rubio, Jesús Cortés, Margarita Muelas y Anabel Jiménez, estas últimas bailarinas son en la actualidad profesoras de dicha escuela.  Otras bailaoras y bailarinas que han acudido a Rosalía para completar su presencia escénica han sido Vanessa Cortés, María Carmen Pazos, Laura Gallego y Lourdes Jiménez, entre muchas otras.


 



4. La mujer

En la biografía de Rosalía Mulero no se puede desligar su faceta profesional de su vida personal. Tanto es artista como mujer, mujer como artista. Esposa, madre, hermana, hija entregada, Rosalía ha tenido que sacrificar, en muchas ocasiones a lo largo de su trayectoria, una mayor proyección nacional e internacional por estar ahí, al lado de los suyos, al ser incompatible los largos viajes fuera del hogar con un ambiente familiar. Escogió vivir entregada a los demás, pero sin renunciar a sus sueños, a su ilusión, a bailar.

Con la personalidad emprendedora que le caracteriza, y que demostró desde sus inicios cuando siendo joven se encargaba ella misma de negociar su caché con el empresario, la nueva faceta de Rosalía como mujer empresaria comenzó con la fundación de su Compañía de Danza Española y Flamenco Los Mulero en 1985, evento que necesitó de una estructura empresarial para llevar a cabo las funciones de representación y distribución.

El doble papel de Rosalía como bailaora y empresaria que ha sabido llevar con éxito una faceta tradicionalmente masculina es un ejemplo de ese empoderamiento femenino actual que ella inició en una época en la que las mujeres tenían muchas menos oportunidades para poder llevarlo a cabo. Rosalía supo revertir el papel estereotipado tradicional de la maternidad, uno de los principales impedimentos de la mujer para poder desarrollar su faceta profesional, y compaginar su papel de madre y esposa con el de empresaria, pudiendo compartir con su marido Francisco y sus tres hijos, Joaquín, Antonio y Franc, el amor por la danza, así como los éxitos artísticos.

El liderazgo femenino de Rosalía, que se basa en el ejemplo de saber compaginar su papel de mujer con el de artista, tiene un alto reconocimiento social a través de varias jóvenes generaciones de hombres y mujeres que han visto en su modelo de vida una estrategia de superación femenina a imitar. Sin duda, una mujer única que en su plenitud personal y artística celebra su 60º Aniversario en el mundo de la danza, su vida y su pasión.

 



Texto original de María Jesús Castro como hoja de sala de la exposición 'Rosalía Mulero. 60 anys als escenaris', que ha tenido lugar del 23 de mayo al 16 de mayo 2021 en Can Sisteré (Sala B), en el Centre d'Art Contemporani de Santa Coloma de Gramenet, en el marco de las actividades del festival  Flamenc-On .


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